martes, 13 de abril de 2010




Erase un alma que encalló
en la isla de la soledad
 donde agoniza el tiempo
donde mendiga la paz.

Con amargura sintió
el frío de la realidad,
torturada por la voz
 que le devolvía la mar

 




¿Dónde podía hallar
consuelo y bienestar
 si en esta tierra sólo crece
la espiga de la vanidad?

 ¿Dónde poder saciar la sed
 de libertad que mereció
 si la piedad en esta isla
 jamás amaneció?


   Y así transcurren sus días
   naufragando su destino
   varada su esperanza
   en el oleaje del olvido.





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